El peor Nobel de la Historia


El jurado del Premio Nobel se cubrió de gloria en 1949 cuando le concedieron el Nobel de Medicina a Egas Moniz, padre de la lobotomía. Aunque ya se habían realizado operaciones similares a lo largo de la Historia (recordemos las trepanaciones neolíticas) fue Moniz quien desarrolló una técnica relativamente sistematizada.  La idea fue "desconectar" la corteza prefrontal del resto del cerebro para tratar enfermedades psiquiátricas presumiblemente incurables o que no respondían a otros tratamientos. Evidentemente dicha técnica no curaba en sí, lo que ocurría era que se volvían más dóciles, pues eran mermados en sus capacidades cognitivas.
Lo que hoy, (no tanto tiempo después) nos parece una brutalidad, tuvo gran popularidad ya que era una forma rápida (las lobotomías podían ser realizadas en menos de 10 minutos) de que la población psiquiátrica dejara de ser un problema.

Freeman o el fast-food de la lobotomía

Freeman importó la técnica a EEUU aunque ideó una forma más rápida con la que obtener resultados. Le pareció una brillantez coger un picahielo  e introducirlo por el lacrimal para acceder con mayor facilidad a los lóbulos frontales. Una vez ahí, removía sin conocimiento para desconectar las conexiones que él consideraba subyacentes a las enfermedades mentales. Con esta idea bajo el brazo, cogió su furgoneta a la que incluso bautizó como "lobotomobile" y se fue a recorrer EEUU llegando a "operar" a más de 2000 pacientes.
Lobotomía ideada por Freeman
Gracias a la aparición de los primeros antipsicóticos la técnica fue cayendo en desuso y finalmente prohibida aunque a su paso dejaron miles de vidas cercenadas.

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