Re, mi, fa, sol, la, si, ¿ut?

Nombrar las notas musicales se convierte en necesidad cuando queremos que una melodía se
interprete igual aquí y en la China o bien, para que perdure en el tiempo. En la Antigüedad, las canciones se transmitían de forma oral. Poco a poco se comenzaron a escribir ciertos signos encima de la letra para especificar la duración o ritmo de cada sílaba, aún así, el tono era modificado según quien lo interpretara. De la Grecia Clásica data el primer intento de "nombrar notas" poniendo nombres de letras a notas fijas.

Las notas y la Iglesia Católica 

La melodía, al ser transmitida oralmente, era notablemente variable según quién o dónde se interpretase. La Iglesia Católica quería unificar los cantos usados en las liturgias, por lo que se consideró crucial denominar el tono de alguna manera. Fue Guido de Arezzo, un monje benedictino que vivió en el s. XI, el que, para enseñar de forma más eficaz a sus alumnos, puso nombre a cada nota de la escala musical. Para ello, utilizó un conocido himno Ut queant laxis cuya primera sílaba de cada verso correspondía con una nota de la escala. Cogiendo la primera sílaba obtuvo la predecesora de la actual notación musical latina moderna.

Ut queant laxis Resonare fibris Mira gestorum Famuli tuorum Solve polluti Labii reatum Sancte Ioannes. 

Así, la escala quedaría compuesta por ut, re, mi, fa, sol, la (el si fue añadido más tarde ya que dicha nota podía formar parte del intervalo diabólico o Diábulus in música )

No fue hasta el s XVIII cuando ut pasó a llamarse do para facilitar el solfeo, siendo, casualmente, la primera sílaba del musicólogo que lo impulsó: Giovanni Doni. 

Actualmente se sigue usando ut en algunos tecnicismos y en ciertas partituras gregorianas.

La notación anglosajona

Países como Inglatera, EEUU o Alemania tienen, en cambio, una manera diferente de notación. En estos países cada nota es representada por una letra, descendiendo, de forma directa, de la notación griega (con múltiples variaciones y correcciones, evidentemente)