¿Por qué se llama inodoro al inodoro sino lo es?
Inodoro, que carece de olor, es el nombre que se usa también para el sanitario o váter y, aunque podría parecer una broma (de relativo mal gusto) tiene una explicación.
Todo en la vida depende con qué se compare
Cuando el ser humano comenzó a vivir de forma permanente en un sitio, comenzaron los problemas con los desechos. En un principio los grupos de población no eran muy numerosos por lo que o bien se evacuaba directamente en el suelo en el propio patio o alejándose del poblado. Un hoyo en la tierra y listo. Con la proliferación de núcleos urbanos cada vez mayores el problema aumentó. Sin alcantarillado, los desechos quedaban de forma permanente donde se depositaban, dejando a la imaginación la forma de librarse de los mismos.
Hubo varias civilizaciones que desarrollaron sistemas de saneamiento como la cretense o la sumeria pero la más documentada es la romana.
En época romana la ingeniería civil fue sorprendente. Se construyó toda una red de alcantarillado con capacidad de evacuar las aguas fecales. Bajo los retretes públicos (creados a partir de dos piezas de piedra con un agujero) pasaba un pequeño canal de agua con capacidad de arrastrar hasta la alcantarilla todo. Aún con ésto, al ser un sistema abierto, el olor era insoportable.
En la Edad Media este sistema se abandonó realizándose las deposiciones en bacinas dentro de la propia casa y bien arrojándolas en pozos negros o directamente a la calle.
Curiosidad: De esta insalubre costumbre viene la expresión ¡agua va!, exclamación proferida para avisar a viandantes de la que iba a caer.
Hubo retretes en puentes que dejaban caer la suciedad directamente al río, o agujeros en las murallas para que los desperdicios fueran directamente a parar tras las mismas, por muchas medidas que se tomaron, el olor en las ciudades era nauseabundo.
Inodoro
El inodoro tal como lo conocemos hoy tiene un sistema llamado de sifón que "impide" que el olor salga. Los desechos son transportados hasta las alcantarillas y gracias a que la tubería vuelve a rellenarse con agua limpia, forma un sistema estanco que no permite que el olor del alacantarillado vuelva a nuestra casa. Esta idea, a priori simple, es uno de los inventos que han propiciado que la vida moderna sea además de más cómoda, mucho más salubre.
A Alexander Cumming hay que agradecérselo, por cierto.
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