La ley de Murphy: Si algo puede salir mal ¿saldrá mal?
Murphy, la alegría de la huerta, nos legó un conjunto de leyes que ya forman parte del imaginario colectivo. A la semilla plantada por este señor, le han crecido un sin fin de corolarios y post-leyes a cada cual más optimista que vienen a decirnos que todo lo suceptible de ir mal, irá mal, ¿pero hasta qué punto tienen base científica sus afirmaciones?
La tostada siempre cae por el lado de la mantequilla
Que el Universo conspira para que tengas lo que deseas es absurdo, pero también lo es pensar que conspira para amargarte la vida. Que llueva justo cuando lavas el coche (o que no lo haga al llevar paraguas), que tu fila del supermercado sea la más lenta o que las cosas siempre estén en el último lugar donde las buscas son, además de casualidades, percepciones.
El Universo conspirando contra ti |
Efecto de saliencia
De repente te enamoras de alguien llamado Héctor y, como por arte de magia, por todos lados aparece ese nombre, Héctor en la tele, Héctor en la calle, tu vecino le pone Héctor a su bebé... El mundo parece no permitirte olvidarte de Héctor, pues lo escuchas allá por donde vas. Hay más Héctor que nunca, crees, pero no, lo que pasa es que un estímulo que antes te era irrelevante ahora tiene intensidad y significado para ti, es el efecto de saliencia.
El efecto de saliencia se produce cuando orientamos la atención hacia un estímulo obviando el resto. Que haga viento justo cuando tú sales de la peluquería será un acontecimiento que recuerdes, al contrario de las miles de veces que ha hecho viento ese año o de tus visitas a la peluquería con tiempo normal. La intensidad del estímulo hace que neutralicemos los días en los que no ha ocurrido, dándonos la sensación de que siempre ocurre.
La Ley de Murphy no es más que nuestra atención orientada hacia lo que en el pasado nos ha provocado malestar. La mala suerte no existe...
Y la buena tampoco.
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